El Heredero del Anciano
Los rumores sobre la mansión de la Calle Walter no habían cambiado en cien años. Nadie se atrevía a entrar, salvo los pocos contratistas que, por suma necesidad, restauraban los muros desgastados por el salitre. En la época moderna, la figura del "Terrible Anciano" había evolucionado hasta convertirse en leyenda urbana. Un podcast local, Sombras de Kingsport, dedicó un episodio completo a teorías sobre sus riquezas y prácticas extrañas.
Fue el joven Caleb North quien tomó esos rumores como un desafío personal. Influencer obsesionado con lo macabro, decidió que una "investigación" en la mansión sería la clave para catapultar su carrera. El día que subió un video anunciando su visita, miles de seguidores lo animaron, aunque algunos le advirtieron que no jugara con cosas que no entendía.
La noche del 11 de abril, Caleb y su equipo —Tristan, su camarógrafo, y Alice, encargada del audio— llegaron con linternas y mochilas cargadas de equipo. La luna llena brillaba con una intensidad casi sobrenatural, iluminando las piedras pintadas del jardín, ahora cubiertas por una capa de musgo que les daba un aspecto aún más siniestro.
—¿Crees que esas rocas sean de verdad ídolos asiáticos? —preguntó Alice, ajustando los micrófonos.
—Quizá, pero las vamos a examinar después. Primero quiero entrar —respondió Caleb, mientras encendía su cámara.
La puerta principal de la mansión estaba cerrada, pero una ventana baja parecía accesible. Con la ayuda de Tristan, Caleb logró entrar al interior, seguido por sus compañeros. El aire era rancio, cargado de polvo y humedad. En la sala principal, los tres se encontraron con la mesa descrita tantas veces: las botellas con péndulos colgantes estaban intactas. Caleb enfocó una de ellas, donde un nombre —"Jack el Rápido"— estaba garabateado en un papel amarillento.
—Esto es increíble. Es tal como lo contaron —susurró, mientras el péndulo de plomo dentro de la botella parecía vibrar ligeramente.
—¿Lo tocaste? —preguntó Tristan, nervioso.
—No, debe ser el viento.
Pero no había viento. Y mientras seguían explorando, los péndulos comenzaron a moverse más rápidamente. Caleb, ajeno al creciente miedo de sus compañeros, encontró una puerta en la parte trasera de la casa. Insistió en abrirla, seguro de que tras ella se ocultaba el tesoro.
Al otro lado de la puerta había una escalera que descendía al sótano. Bajaron los tres, aunque Tristan y Alice lo hicieron con visible reticencia. El sótano estaba lleno de mapas náuticos, baúles cerrados con candados oxidados y libros encuadernados en cuero que parecían hechos a mano.
—Miren esto. —Caleb levantó uno de los libros y lo abrió al azar. En la página que encontró había un dibujo grotesco: una figura humanoide con ojos amarillos y extremidades alargadas rodeada de símbolos arcanos.
En ese momento, las botellas en el piso superior comenzaron a sonar al unísono, emitiendo un tintineo rítmico que se hacía cada vez más ensordecedor. Caleb y sus compañeros sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.
—Creo que es hora de irnos —dijo Alice, recogiendo su equipo.
Pero antes de que pudieran subir las escaleras, un grito inhumano resonó por la casa. Caleb, empuñando su linterna como un arma, giró hacia la oscuridad del sótano. La luz apenas logró iluminar un rostro, un rostro que no debería existir: el del Terrible Anciano, más joven pero igual de aterrador, con sus ojos amarillos brillando en la penumbra.
—No deberían haber venido aquí —murmuró con una voz que parecía resonar en el interior de sus cráneos.
En un abrir y cerrar de ojos, el sótano se sumió en el caos. Las paredes parecían vibrar, las sombras cobraron vida, y los tres intrusos sintieron como si manos invisibles los arrastraran hacia la oscuridad. Caleb alcanzó a gritar "¡Corre!" antes de que su linterna cayera al suelo y se apagara.
Epílogo
Meses después, un excursionista encontró una cámara rota entre los arbustos de la Calle Ship. El contenido del video fue transmitido por Sombras de Kingsport, pero estaba incompleto, lleno de imágenes erráticas y sonidos distorsionados. Lo único claro era el rostro de Caleb, en un momento de absoluta desesperación, diciendo: "No toquen las botellas".
La mansión sigue en pie, y aunque algunos aseguran haber visto luces en sus ventanas, nadie se ha atrevido a volver.
Nota del autor:
Esta obra es una creación derivada basada en El anciano terrible, un cuento de H.P. Lovecraft publicado en 1921 y actualmente en dominio público. Aunque se inspira en el relato original, introduce personajes, elementos y situaciones completamente nuevos.