-¡Atención! -gritó el anciano hechicero, mientras sostenía un bastón de roble tallado con extraños símbolos luminiscentes en lo alto de una colina desolada. El cielo se teñía de tonos morados y azules, y una inusual aurora boreal resplandecía en el horizonte. Ante él, un grupo de aventureros curtidos en mil batallas se agazapaba, atentos a sus palabras.
La profecía había sido clara: solo aquellos que demostraran un valor inquebrantable y una fe inquebrantable podrían enfrentar el desafío que se avecinaba. En los últimos días, una oscuridad malévola se había extendido por la tierra, devorando aldeas enteras y sumiendo en el caos a los reinos conocidos.
El anciano hechicero, conocido como Eramus el Sabio, había sido un confidente del rey en sus días de juventud, pero había dejado la corte para dedicarse al estudio de los secretos más profundos de la magia. Ahora, el destino lo llamaba de nuevo a la acción.
-¡Escuchad bien! -exclamó Eramus, su voz resonando como el eco de un trueno-. En las profundidades de la Montaña Prohibida, un portal hacia el abismo se ha abierto. Un ser oscuro y ancestral busca invadir nuestro mundo y extinguir toda esperanza.
Los aventureros intercambiaron miradas determinadas. Entre ellos se encontraba Elinor, la valiente guerrera con una armadura resplandeciente que reflejaba la luz de las estrellas. A su lado, estaba Roderick, un mago de cabellos plateados y ojos centelleantes capaz de controlar los elementos. Junto a ellos, Aldric, el enigmático cazador que conocía los secretos de las bestias más temibles.
Eramus prosiguió: -Os entregaré un amuleto ancestral, forjado con el poder de las estrellas. Solo aquel que posea un corazón valiente y puro podrá manejar su poder. El amuleto os guiará hacia el portal y, si tenéis éxito, será vuestra última esperanza para cerrar la brecha y salvar a nuestro mundo.
Sin demora, el hechicero entregó el amuleto a Elinor, cuyos ojos brillaron con determinación. Los aventureros comenzaron su travesía hacia la Montaña Prohibida, enfrentando peligros y desafíos inimaginables. Bestias sombrías y monstruosas surgieron de las sombras, intentando disuadirlos, pero no podían detenerlos.
Finalmente, llegaron a la cima de la montaña, donde un portón oscuro y retorcido se alzaba en medio de una cueva. La oscuridad emanaba del portal, amenazando con envolverlos a todos. Elinor tomó el amuleto en su mano y sintió su poder llenándola de energía.
-¡Este es el momento! -exclamó Roderick, invocando un escudo mágico para protegerlos mientras Elinor activaba el amuleto.
Con un grito de fuerza y valentía, Elinor canalizó la magia del amuleto y creó una barrera de luz a su alrededor. Avanzó hacia el portal oscuro, enfrentando las fuerzas malignas que intentaban detenerla. El poder del amuleto arrojó destellos brillantes que desgarraban las sombras, purificando el camino.
En el último momento, justo cuando el portal amenazaba con devorarla, Elinor extendió su mano y cerró el portal de una vez por todas. Un destello de luz iluminó el cielo, disipando la oscuridad que había acechado la tierra durante tanto tiempo.
Los aventureros regresaron victoriosos, siendo aclamados como héroes en todos los reinos. La luz y la paz volvieron a reinar en la tierra, y el nombre de Elinor y sus compañeros fue recordado en canciones y leyendas.
El anciano hechicero, Eramus el Sabio, observaba orgulloso desde la distancia. Había confiado en que encontraría a valientes almas capaces de enfrentar la amenaza y, una vez más, el poder de la magia y el coraje había salvado al mundo de la oscuridad eterna.
Y así, la profecía se cumplió, recordando a todos que, en los momentos más oscuros, la esperanza y la valentía son las mayores armas contra la adversidad. La tierra se mantuvo en paz durante generaciones, pero siempre estaría lista para enfrentar nuevos desafíos, porque la magia y la valentía permanecían vivas en los corazones de quienes la protegían.