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Ante la ley

Había una vez un campesino que anhelaba con todas sus fuerzas entrar en la Ley. Había oído hablar de ella desde pequeño, y había soñado con poder conocer sus misterios y sabiduría. Por eso, un día decidió presentarse ante el guardián de la puerta y solicitarle que lo dejara pasar. Pero el guardián le respondió que por el momento no podía permitírselo. Desconcertado, el campesino preguntó si más tarde lo dejaría entrar, a lo que el guardián respondió con un tal vez.

El campesino se inclinó hacia la puerta, tratando de espiar lo que había detrás. Pero la puerta estaba cubierta de polvo y suciedad, y no podía ver nada más allá de una tenue luz. El guardián, sin embargo, se dio cuenta y le dijo: "Si tu deseo es tan grande, entonces haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso, y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que ni siquiera puedo mirarlo. Si realmente deseas entrar, deberás enfrentarte a todos ellos".

El campesino no había previsto encontrar tantas dificultades en su camino. Había creído que la Ley era un lugar accesible para todos, pero al ver al guardián, con su abrigo de pieles y su barba negra y rala, decidió que era mejor esperar. El guardián le dio un escabel y le permitió sentarse a un costado de la puerta, donde pasó días y años esperando su oportunidad.

Durante ese tiempo, el campesino hizo infinitas intentos de entrar y fatigó al guardián con sus súplicas. El guardián, a veces, conversaba brevemente con él, haciéndole preguntas sobre su país y otras cosas, pero siempre eran preguntas indiferentes, como las de los grandes señores. Y siempre le repetía que no podía dejarlo entrar. El campesino, desesperado, sacrificó todas las cosas valiosas que había llevado consigo en el viaje, intentando sobornar al guardián. Pero este sólo aceptaba su ofrecimiento, diciendo: "Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo".

El campesino pasó casi todo ese tiempo observando al guardián, como si él fuera el único obstáculo que se interponía entre él y la Ley. Se olvidó de todo lo demás y maldecía su mala suerte, a veces en voz alta y otras veces sólo para sí mismo. A medida que envejecía, volvía a la infancia y hasta suplicaba a las pulgas que vivían en el cuello del guardián que lo ayudaran a convencerlo. Pero el tiempo pasaba y nada parecía cambiar.

Finalmente, la vista del campesino se debilitó y ya no podía distinguir si había menos luz o si sólo era su mente la que lo engañaba. Pero en medio de la oscuridad, podía ver un resplandor inextinguible que provenía de la puerta de la Ley. Sabía que el final estaba cerca y que no le quedaba mucho tiempo de vida. Todas las experiencias de esos largos años se confundieron en su mente en una sola pregunta, que hasta entonces no había formulado. Hizo señas al guardián para que se acercara, ya que el rigor de la muerte comenzaba a endurecer su cuerpo.

El guardián se agachó para poder hablar con él y le preguntó qué quería saber. El campesino, con un hilo de voz, le preguntó por qué había pasado toda su vida esperando en vano en la puerta de la Ley. ¿Por qué le había negado el acceso durante tanto tiempo?

El guardián suspiró y le dijo: "Nunca te negué el acceso. La puerta de la Ley siempre estuvo abierta para ti, como lo está para todos. Pero tú nunca intentaste entrar de verdad. Te quedaste aquí, esperando a que alguien te permitiera pasar, sin hacer nada por ti mismo. La Ley no es algo que se pueda obtener fácilmente, sino que requiere esfuerzo y determinación. Si de verdad deseabas entrar, deberías haber luchado por ello".

Con lágrimas en los ojos, el campesino comprendió que había perdido su oportunidad y murió poco después, con el corazón lleno de arrepentimiento. Pero aunque su vida había sido breve, había dejado una lección valiosa para todos aquellos que vinieran después: que la Ley no se obtiene fácilmente, sino que requiere esfuerzo y determinación. Y que, aunque a veces parezca que hay obstáculos imposibles de superar, siempre hay un camino hacia adelante si se tiene la voluntad de encontrarlo.

FIN

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