«A la persona que indicare el paradero de la bruja llamada María Espalanzo o la presentare viva o muerta ante el Tribunal, le será concedida indulgencia plenaria».
Así rezaba un anuncio firmado por el obispo de Barcelona y por cuatro jueces en uno de aquellos días lejanos que han dejado huellas imborrables en la historia de España y acaso de la humanidad entera.